Amigo Sancho, con la banca hemos topado.

Hace unos pocos días me llegó una vez más el caldo de cultivo para una nueva entrada. No hay mucho que escribir por mi parte, el correo-e de mi amigo es lo suficientemente claro como para andar cortando aquí y pegando allá. Sí estimo que merece la pena una breve introducción del perfil de mi amigo, sin duda ayudará a intentar describir el contexto desde donde se lanza este texto.

Aquí mi amigo, es uno de esos emprendedores de carácter que se entregó a la exigente tarea de crear un negocio con el que poder disfrutar y vivir al mismo son, en una época donde el empresario de éxito era el constructor en idílica relación con la liquidez que los bancos aseguraban a promotores y propietarios sin mesura. Como mi amigo tuvo el mal gusto de no estudiar ni tecnología ni andamiajes, y por otro lado tampoco existían incubadoras de empresas, ni aceleradoras de proyectos y los fondos de capital navegaban por las prolijas tierras del silíceo, aquí el compañero creyendo en su vocación decidió encomendarse al ingenio como único activo de su primer balance. Y es que cuando uno trabaja en lo que le gusta, nunca trabajará en su vida, y además tienes gran parte del éxito en tus propias manos, y como no podía ser de otra forma su proyecto empresarial nació y prosperó.  Pero uno también puede morir de éxito, y desgraciadamente en estos casos necesitas financiación para hacer crecer un modelo de negocio que ya está demostrado que funciona en el mercado. Y es aquí cuando nuestro ingenioso hidalgo se encuentra con la banca, que en guiño a nuestro Quijote en su cita a la iglesia, siempre anda dos pasos más atrás del camino a andar. Amigo Sancho, con la banca nos hemos topado.

He aquí que nuestro protagonista se fue a la banca, en busca de un producto financiero, como tantas otras veces con buen final en esa misma entidad,  para cerrar una operación de importación de bienes de equipo. Una vez expuesta la petición ante el director de sucursal de turno, éste con todos sus arrestos le dice que le concedería el producto siempre que mi amigo compre acciones de su banco. Para que nos entendamos, vas a la panadería del barrio a por una bollo de chocolate y te dice el tendero que sólo te lo vende si le compras además el de crema con hojaldre. Dejo aquí, en cualquier caso un extracto de la respuesta vía correo-e al señor de la banca que mi amigo tuvo a bien ponerme en copia:

«Respecto a las acciones, te comento que no vamos a participar. Ya te dije que estoy encantado de trabajar con vosotros y daros el máximo de temas posibles y si hay alguna otra forma de ayudaros lo vemos, pero no quiero que mi empresa sea accionista de un banco (no es nada personal contra vuestro banco). Por un lado para nada estoy de acuerdo en las gestión de los bancos en estos últimos años, más bien al contrario y por otro lado me molesta sobremanera la forma de actuar (no tuya ya que me imagino que te viene impuesta),de que te doy un servicio (que nosotros pagamos) si a cambio haces algo que me interese a mí; ya son unos años trabajando con bancos y todavía no entiendo qué diferencia hay en la relación banco-empresa de cualquier otra relación suministrador-cliente. »

Y si van a otro banco, no se lo pierdan, que el siguiente le dijo que para la concesión del producto financiero en cuestión dependería de que le asegurara la operación con ellos, que si no, ni se molestaban en elevar la petición al departamento de riesgos para hacer una oferta. Ya me imagino yo al tendero diciéndome que sólo me da el precio del bollo de chocolate si le prometo que no lo compro en el horno de la esquina. Y mira que me gusta el chocolate negro.

Mi agradecimiento aquí al ingenioso hidalgo de la Bética.

 

  1. Deja un comentario

Por favor, deja tu comentario