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Del Lazarillo de Tormes, la crisis y redes sociales

Mi amigo Alberto hace unos días me hizo llegar un enlace de una página de Internet que apuntaba a una noticia en 20 Minutos.es, donde se argumentaba el superávit en la gestión económica del madrileño ayuntamiento de Torrelodones gobernado por un grupo de vecinos sin afiliación política conocida. No son profesionales de la política, pero sí en sus diferentes disciplinas laborales donde la mayoría siguen ejerciendo conjugando ayuntamiento y profesión con la correspondiente reducción de salario público y ahorro a sumar. La grúa, el coche oficial, comidas de representación, cargos dactilares y la reducción del 20% de sus sueldos son algunas otras de las partidas que se acometieron como combustible para el ahorro. Y el cóctel funcionó: el superávit se disparó en un año de gestión a los 5,4 millones de euros para unos ingresos municipales de 28,8 millones.

Llegaron al poder tras los comicios de hace poco más de una año a través de una asociación de vecinos creada siete años atrás, con el propósito de defender los intereses del municipio frente a la construcción de una urbanización con un campo de golf. Son aficionados de la política y profesionales de la gestión del sentido común. ¿Su secreto? Ellos mismos lo sumarizan: «administrar las cuentas de todos como cada uno haría con su libreta de ahorros: si hay dinero, arreglamos el baño primero, que es lo prioritario, en lugar de comprarnos una tele de plasma en el comercio más caro, que es lo que se había estado haciendo hasta ahora».

Pudieron ponerse de acuerdo, comunicar sus estrategias y llegar a sus convecinos que les otorgaron un voto de confianza para gobernar, frente a la gran maquinaria informativa de los grandes partidos, que se hace dueña y señora de los medios de comunicación públicos, es de decir de todos que todos pagamos, ocupados de principio a fin con sus discursos, viajes y asistencias preferenciales a los mejores eventos lúdicos, deportivos y culturales del orbe con la cancioncilla de somos los representantes legítimos de las Españas. Y a Fe mía que dueños también, pardiez.

Esa maquinaria tiene agujeros hoy en día gracias a las redes sociales, donde la información ni se prioriza ni se tamiza por el grupo mediático de turno en el poder. El «accidente» de Torrelodones podría extenderse al siguiente nivel, las comunidades autónomas y porqué no decirlo, a unas elecciones legislativas. Las redes sociales «democratizan» la opinión más allá de filtros, y la capilarizan con un nivel de segmentación irreproducible por los medios y canales convencionales, incluidas nuestras Televisiones públicas y autonómicas.

Existe en estos momentos un espectáculo en intensa ebullición, el proyecto de Andalucía, donde unos y otros se afanan por meter sus cuñas ante la precaria situación de instituciones y la inmensa mayoría de los andaluces. No hay tiempo, de nuevo se repartirán los escaños los de siempre con el triste aliciente de un reparto diferente de votos y sin mayor responsabilidad que una cabeza de turco confeso expuesta ante todos en los medios de comunicación de masas. Nadie se acordará del resto si se produzco el cambio de gobierno… Y es que ya un escritor anónimo hace algunos siglos escribía por boca del celebérrimo Lazarillo de Tormes el secreto de la alternancia sigilosa en el poder por dos endogámicas partes:

    «Acaeció que, llegando a un lugar que llaman Almorox, al tiempo que cogían las uvas, un vendimiador le dio un racimo dellas en limosna.

    Acordó de hacer un banquete, así por no poderlo  llevar como por contentarme: que aquel día me había dado muchos rodillazos y golpes. Sentámonos en una  valladar y dijo:

    -Agora quiero yo usar contigo de una liberalidad, y es que ambos comamos deste racimo de uvas y que hayas de él tanta parte como yo. Partirlo hemos de  esta manera: tú picarás una vez y yo otra, con tal  que me prometas no tomar cada vez más de una uva.

    Yo haré lo mismo hasta que lo acabemos, y de esta suerte no habrá engaño.

    Hecho así el concierto, comenzamos; mas luego al segundo lance, el traidor mudó propósito, y comenzó a tomar de dos en dos, considerando que yo debería  hacer lo mismo. Como vi que él quebraba la postura  no me contenté ir a la par con él; más aún pasaba adelante: dos a dos y tres a tres y como podía las  comía. Acabado el racimo, sostuvo un poco el escobajo en la mano, y, meneando la cabeza, dijo:     

-Lázaro: engañado me has. Juraré yo a Dios que has comido las uvas de tres a tres. 

    -No comí -dije yo-; mas, ¿por qué sospecháis eso?

    Respondió el sagacísimo ciego:

    -¿Sabes en qué veo que las comiste de tres a tres?

    -En que comía yo dos a dos y callabas.»

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